Lo que más le gustaba a él era mirarla, mirarla toda y disfrutarla. Ella se quejaba porque él nunca decía nada, nunca le contaba sus cosas. Él solo la miraba hablar, sonreir, domir. Ella decía que él no la escuchaba, que no la entendía. Él no podía dejar de mirarla. Miraba cómo se enojaba, cómo gritaba. Incluso eso le encantaba. Ella un día dijo que no lo iba a seguir soportando. Esa noche él lloró en silencio sobre su almohada, no la iba a ver más, pero lo que más le dolía era que en todo ese tiempo ella jamás lo había mirado a él.
4 comentarios:
Me gusta esto.
es tierno y triste
TENGO MIEDO DE QUE ME HAYA PASADO ESO.
Qué lindo esto! Lindo todo en general por acá.
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